Hola, soy
Gemma Giménez

Te explico un poco de mí: Desde pequeña he sido una persona llena de sensibilidad e ímpetu. Con gran optimismo, creatividad y empatía… Ser así en el ambiente en el que crecí no fue siempre fácil. No transitaba la vida de una manera dulce y calmada, al contrario: muy a menudo viví en modo “Instrucciones para sobrevivir en una montaña rusa.” Lo hice lo mejor que pude con las herramientas que tenía en ese momento.

Simplemente vivía en modo ¡adelante! Sin tener idea de por qué me pasaban ciertas cosas repetitivamente y achacando las “maldades del mundo” a las circunstancias y las personas con las que me topaba. Esto junto a un cruel auto-juicio me acercaba al boicot total. Es impresionante lo que una misma puede llegar a decirse y hacerse… ¡Terrible!. Llegué a pensar, que no podría ser feliz, que siempre me iba a pasar igual, con mis relaciones de pareja, de amistad, en el trabajo, con mi familia, con el mundo en general…

Espóiler: hay final feliz. ¡Sí, lo hay!

Mirando atrás me doy cuenta de que el primer paso lo di para no caerme. Como cuando das un traspié y los siguientes pasos que das son inestables y desorientadores… Pero a ese paso le sigue otro y otro que te lleva a una nueva estabilidad, pero en un lugar nuevo. De eso se trata cuando empiezas a andar el camino del auto-descubrimiento, al principio es desorientador, pero luego se hace cada vez más nítido.

Durante mi camino aprendí varios “pasos de baile” para la “música de siempre”. Aprendí también que hay bailes que una tiene que hacer “sueltos” y otros que en compañía son mejores. También que no se puede bailar con todo el mundo de la misma forma. Que a veces hay que bailar con el “oso” (el Oso es el gran problema que te encuentras una y otra vez en la vida) Y que hay algunos osos con los que es mejor no bailar hasta que no estés preparada. 
Esto me llevó a transitar diferentes senderos nuevos e inexplorados por mí. Caminos que me llevaron a escenarios maravillosos que solo creía posibles en sueños y que siempre creí que no tenía pasaporte para ellos.

Por otro lado, descubrí las piedras que llevaba en mi mochila. No las saqué todas de golpe, ni las arrojé con fuerza, (aunque quería, siempre volvían a mí), simplemente aprendí a observarlas, limpiando, facetando… Fui descubriendo brillos, sombras, arestas, texturas… Aceptándolas y abrazándolas, algunas de ellas se fueron convirtiendo en talismanes y otras se fueron disolviendo en polvo ligero, desapareciendo su peso… Doy por hecho que hay otras que no he podido mirar, encontrar ni descubrir. Está bien, por ahora me siento a gusto con mi mochila.

Este camino no lo he recorrido sola, pero sí que lo inicié sola, sin saber dónde iba, qué iba a encontrar y qué iba a pasar. Y ya te digo una cosa: ha sido maravilloso, y me vale mucho la pena.
El camino empieza en ti, yo te acompaño un trecho, como hicieron otros antes conmigo.

Visítame, explícame tu caso. Encontraremos mapas, rutas, botas, abrigos, lo que necesites para ayudarte a hacer más amable y exitoso tu camino.